Por Alfredo Jesús Escribano Sánchez*
¿De verdad alguien cree que 5 años de investigación son suficientes para detectar problemas de salud o medioambientales derivados de dosis subletales y teniendo en cuenta que los tóxicos se acumulan? ¿De qué sirven las investigaciones llevadas a cabo por empresas interesadas en vender OMGs? ¿Qué validez y cuánto de aséptico tiene que los directores de las empresas formen parte de órganos que tienen poder para decidir en gobiernos o agencias de seguridad alimentaria, etc.? ¿Qué pasa con los demás campos: culturas, soberanía alimentaria, explotación del campesinado, erosión de la biodiversidad, contaminación ambiental que deriva en reducción de la salud de la población?
La permisividad y la defensa de los OGM se está basando en valoraciones parcelarias que tienen en cuenta únicamente la economía y estudios científicos que sólo valoran los efectos directos (¿y los indirectos?) sobre la salud durante unos 5 años (¿y las consecuencias a medio y largo plazo? ¿Y el efecto acumulativo de las toxinas Bt?). Es necesario tener en cuenta también las repercusiones de tipo social (hace años ya presentes) y ambiental (que también es salud y dinero).
Considero una pérdida de recursos el investigar con esta orientación y no tener en cuenta el proceso de selección natural (ya más que testado). También es necesario respetar el principio de precaución y, en caso de que los estudios evidenciaran que éste es un magnífico hallazgo (ya se ha visto que no), debería implantarse, antes de la puesta en marcha de los cultivos, una legislación totalmente escrupulosa acerca de las pautas de implantación de los mismos, con el objetivo de proteger la salud, la economía, el medioambiente, la sociedad, las culturas, la calidad de vida y la injusticia social.
Con el presente artículo no trato de exponer una lista de contras para defender e intentar seducir a los lectores en pro de que demonicen los OGM de forma ideológica y fanática, si no que trato de hacer un planteamiento racional y cauto, plasmando lo que creo que se está haciendo mal en torno a estas cuestiones.
Considero que en el problema de los transgénicos es que existen, en general, una serie de argumentos (por parte de las autoridades y de los científicos biotecnólogos) que giran únicamente en torno al tema de si son potencialmente dañinos para la salud y/o para el medioambiente. Es decir, los protransgénicos afirman que hay estudios necesarios que afirman que no hay riesgos para la salud (porque las agencias autorizadas –las cuales no quiero nombrar- y empresas multinacionales –las mismas que quieren vender ese producto- han hecho sus estudios de seguridad alimentaria) y porque una planta con un gen resistente a la sequía o que permite reducir el uso de pesticidas “obviamente es mejor para el medio ambiente”. Por su parte, los antitransgénicos afirman que también hay otra serie de estudios que afirman lo contrario, pero éstos, por lo menos, tienen (o tenemos) una visión más amplia y hacen mención también a otro tipo de problemas, como los sociales (acceso a la comida, hambres, destierro), los culturales y de agrobiodiversidad (pérdida de conocimientos agronómicos sobre las variedades vegetales autóctonas suplantadas por las industriales).
El error que se comete es básico y radica en que se realizan planteamientos muy diferentes a los que deberían hacerse. Creo que lo importante no es sólo investigar si los transgénicos son beneficiosos o no, si no estudiar y ser muy estrictos en cuanto a las consecuencias que está teniendo la implantación de estos cultivos (destierro, hambrunas, enfermedades, etc.)
Sea esto un problema técnico o no, lo importante son los hechos, lo que está pasando. Por tanto, quiero lanzar al aire varias preguntas que me sirvan de antesala para centrarme en poner de manifiesto que basar las decisiones en temas de transgénicos únicamente en torno a esos dos temas es insuficiente: ¿de verdad alguien cree que 5 años de investigación son suficientes para detectar problemas de salud o medioambientales derivado de dosis subletales y teniendo en cuenta que los tóxicos se acumulan? ¿De qué sirven las investigaciones llevadas a cabo por empresas interesadas en vender OMGs? ¿Qué validez y cuánto de aséptico tiene que los directores de las empresas formen parte de órganos que tienen poder para decidir en gobiernos o agencias de seguridad alimentaria, etc.? ¿Qué pasa con los demás campos: culturas, soberanía alimentaria, explotación del campesinado, erosión de la biodiversidad, contaminación ambiental que deriva en reducción de la salud de la población? ¿Qué derecho tenemos a comprar fincas en otros países para cultivar más barato a costa de que lo paguen otros? ¿No les da vergüenza robar legalmente tierras de cultivo y alimento a estos pueblos para alimentar animales y poder comer en exceso, por encima de nuestras necesidades y enfermar por ello? ¿Puede permitirse un sistema de producción que contamina con impunidad los cultivos de otras personas que no desean cultivar lo mismo: ecológicos y convencionales?
A pesar de los prodigiosos beneficios prometidos por los “científicos” de estas multinacionales (me resulta antagónico oir las palabras investigador y empresa, me resulta difícil entender que un científico investigue si es pagado para demostrar lo bueno que es un producto; incluso se oye que “retocando” datos para una multinacional), las investigaciones están totalmente parceladas y están sesgadas ya que no tienen en cuenta nada más que su campo de investigación, sin hacer una vista de pájaro, una visión holística de las consecuencias, beneficios, etc. de la puesta en práctica de sus avances.
Los defensores de la biotecnología (que conscientemente hacen que las personas preocupadas por el medio ambiente y por problemas sociales parezcamos, a ojos de la ciudadanía, total y sistemáticamente gritones en contra de lo que llaman “progeso”), afirman que idealizamos lo natural. En este sentido me gustaría responder a esta acusación y decir que lo que hay es un respeto lógico al proceso espontáneo de investigación, de experimentación y de ensayo-error continuo que la naturaleza ha llevado a cabo durante miles de millones de años. Considero que éste es un proceso lo suficientemente sólido como para respetar e intentar comprender porqué funcionan las cosas como lo hacen. Considero que avanzar en ese sentido, el de intentar crear una naturaleza paralela de pipeta es ilógico, peligroso y una pérdida de tiempo y de recursos (porque es invertir gran cantidad de dinero que podría destinarse a otras cuestiones, porque es empezar de cero a crear una realidad paralela que puede resultar inútil y que haya que replantear e, incluso, pueda ocasionar daños).
Estoy de lado de la ciencia, por supuesto, y la misma nos ha ayudado a mejorar nuestra calidad de vida y otras muchas cuestiones, pero considero que esta ciencia debe ir totalmente ligada a una memoria histórica (que nos evite caer en problemas del pasado), a las culturas y a otras ciencias (para poder integrar los conocimientos de diversas disciplinas y entender mejor la realidad y las consecuencias de nuestros actos).
Aún en el caso de que se hubiera demostrado que los OMG son la panacea (ya se ha visto que no lo son), la agricultura debe orientarse hacia lo que es el sentido y debería haber seguido siendo en la práctica: la obtención de recursos para alimentarse y no para hacer negocios y transacciones económicas, porque estamos hablando de vida o muerte, de necesidades, no de buen nivel de vida. Puede ser que en un momento determinado se diseñen plantas resistentes a la sequía, que aprovechen de forma óptima lo recursos locales de manera ajustada, dando una productividad real, siendo ecológicamente estables y sin conllevar perjuicios en los pueblos que las cultivan. Lo que creo que es inmoral y vergonzoso es mercantilizar el alimento, especular con él, poner en venta frutos que no llevan semillas sólo para que los agricultores no puedan recogerlas y seleccionar sus propias variedades en función de sus gustos y/o adaptación a sus condiciones, patentar la vida, es decir, controlar el alimento, y crear la figura de “policías de genes”, que pasan por la fincas haciendo allanamiento de morada y analizando los genes de tus cultivos para multarte si no tienes las facturas de haber comprado las semillas de las plantas que llevan sus los genes que ellos han creado. Es decir, vendan o no vendan semillas, ganan dinero, porque si un agricultor no compra semillas da igual, ya que tendrá genes transgénicos en sus cultivos por contaminación por parte del vecino, con lo cual, hacen negocio igualmente, si no es vendiendo semillas, es multando. Todo esto funciona gracias a un guión bien planteado en el que, ciertos personajes saltan de las multinacionales a los grupos de legisladores y, cuando redactan leyes para permitir vender sus propios productos, vuelven a la microempresa.
En resumen, la alimentación debe ser eso, intentar aprovechar los recursos que nos ofrece el medio, obteniendo productos de calidad y seguros, pero basándonos en la soberanía alimentaria, acudiendo al exterior para que la población pueda asegurarse una dieta equilibrada, saludable, no importar por sistema alimentos debido al menor precio de los mismos a costa de la explotación, contaminación y salud de los pueblos de “países terceros” (este es el horrible nombre que se le ha dado a los países no miembros de la Unión Europea) debido a que sus políticas son menos restrictivas en estos temas.
En relación con el tema del acceso al alimento, es posible que la producción actual de alimentos en el mundo sea justa para abastecer a la población mundial que se estima que habrá (pero esta es una óptica equivocada, ya que no se han planteado otros sistemas de producción y distribución), pero lo que es obvio es que mediante esos métodos no se llegará a ningún puerto a medio y largo plazo, sólo habrá una exaltación de sentimientos ante los buenos resultados (altas producciones a corto plazo, hasta acabar con la biodiversidad) que vemos en los “países desarrollados”, pues en la televisión no sale la otra cara de la moneda: cómo se producen nuestros alimentos, dónde y qué consecuencias conllevan estos métodos de producción. Considero que hay un gravísimo problema de reparto (esto queda reflejado en que el número de obesos es similar al de personas que mueren de hambre), de métodos de producción y de elección de variedades (poco eficientes y adecuadas a cada zona), por lo que deben reelegirse las variedades de alimentos que se desean consumir, potenciando la biodiversidad, dejando que se produzcan alimentos adaptados a cada clima y cultura, no intentando imponer cultivos porque se ajustan más a los procesos industriales, etc.
La única manera de llegar a cubrir las necesidades nutricionales es ésta, escogiendo variedades que sean eficientes, que ya están adaptadas, y no sembrando en Brasil para vender en el norte de Europa tierras que eran de campesinos, en las que ahora trabajan teniendo que comprar el alimento de sus propias tierras y, para colmo, esos alimentos se destinan a alimentación animal desligada de la tierra y de la agricultura (con la ineficiencia de los procesos de conversión en alimento y la contaminación medioambiental que esto supone), sufriendo enfermedades derivadas del consumo excesivo de alimento, entre ellos, carnes de animales que comen los granos que los campesinos de terceros países producen, sin tener acceso a ellos y, malvendiendo sus órganos para subsistir, órganos que compran clandestinamente ciertos ciudadanos de países “desarrollados” debido a que los suyos estos dañados por el consumo excesivo de alimentos, entre ellos, de carne.
Enhorabuena a todos, porque la realidad ha superado a la ficción, magnífico guión de terror, conspiración y opresión. Todo este bamboleo de alimentos para finalmente, tener que acudir a la santidad pública, teniendo una población enferma y que ve como se hunde uno de sus mejores inventos (su sistema de sanidad pública), en parte, por la irresponsabilidad de su modo de alimentarse. ¿Es esto coherente, lógico? Es incomprensible.
Como vemos, la alimentación es una potentísima herramienta de lucha contra los grandes problemas que sufrimos (salud, biodiversidad y acceso a la alimentación) y viendo las consecuencias de los OMG y el transcurso de las investigaciones, más vale establecer y respetar un periodo y principio de precaución realmente suficientes, ampliar las investigaciones a otros campos e investigadores independientes, establecer un etiquetado discriminativo que vele por la salud de los consumidores y les de el derecho a elegir e ir planificando primero una supuesta, muy concreta y reglada permisividad (aislamiento de cultivos, del transporte, industria, embalajes, etc.) de estos cultivos, una legislación basada en toda serie de disciplinas y que haya representación de colectivos diversos para que puedan plantear sus problemas y que sean escuchados, porque aunque estos métodos ralenticen nuestro veloz ritmo de vida, según Arsac y colaboradores, "la claridad en las ideas es más importante que la eficacia, y la dirección de la investigación más importante que la velocidad que se le imprime".
El problema es que nuestra sociedad posee un grave endemismo, que es una crónica miopía que no deja levantar la vista y, por no cambiar, por no molestarse en ir al oftalmólogo, sólo se lee lo que se tiene demasiado cerca. Cuando la montaña (los problemas) se acerquen a los ojos miopes de Mahoma y se hagan evidentes, será tarde para que Mahoma (el ser humano) pueda escalar la montaña.
*Veterinario y becario de investigación en ganadería ecológica. España
Publicado en www.ecoportal.net
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