Ing. Agr. Miguel Altieri |
Universidad de California, Berkeley (06/26/03)
Para aquellos que están interesados en la agricultura agroecológica, el nombre de Miguel Altieri no puede pasar desapercibido. Investigador del tema agroecológico desde hace ya décadas y ferviente militante en contra de la producción de trangénicos, el profesor Altieri ha participado en innumerables conferencias, debates académicos y grupos de trabajos graduados directamente relacionados con la agricultura orgánica. El doctor Altieri cuenta con una abultada producción académica, más de 200 artículos y 11 libros forman parte de su amplia bibliografía.
Ha impartido clases y seminarios en prácticamente todos los países latinoamericanos y en numerosos establecimientos académicos de Norteamérica y Europa. Nacido en Chile y actualmente residente de la Bahía de San Francisco, desempeña su carrera académica en una pequeña oficina en la Universidad de California at Berkeley, donde continúa su ferviente investigación junto a su esposa ¾quien también es agroecóloga¾, otros investigadores visitantes y una legión de estudiantes que estudian con él. Su clase anual, “agroecology” es bien conocida por su enorme concurrencia; y sus debates, por su acalorada e intransigente posición antineoliberal. Ferviente delator de políticas corporativas de motocultivo, Altieri pertenece a un selecto grupo de intelectuales que en plena confidencia económica de los noventas predecían el colapso del proyecto neoliberal; actitud ésta que le ha generado innumerables aliados y enemigos. Gracias a un intercambio de e-mails, entre Berkeley e Italia ¾lugar donde se encuentra actualmente como investigador visitante para la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación¾ hemos podido generar esta entrevista “virtual” que ofrecemos a continuación.
Profesor Altieri, para comenzar y aclarar un punto básico ¿qué es la agroecología?
Miguel Altieri: La Agroecología es una ciencia que estudia los principios sobre los cuales se debe basar el diseño de una agricultura sustentable; es decir, una agricultura que sea ambientalmente sana, que sea diversificada y que rompa el monocultivo para que así no dependa de insumos agrotóxicos externos que son caros y ecológicamente peligrosos. Pero la construcción de esta nueva agricultura también busca la viabilidad económica y la justicia social. Por esta razón, la agroecología debe complementarse con políticas agrarias que busquen la seguridad alimentariuia, la conservación de los recursos naturales y la eliminación de la pobreza rural; lo que nosotros denominamos una agricultura sustentable.
Los beneficios ecológicos y sociales son muy positivos, pero algunos argumentan que no es posible implementar técnicas agroecológicas a gran escala ¿Es verdad esto? ¿Existen ejemplos que contradigan esta argumentación?
M.A.: Los principios de la agroecología son aplicables a toda escala. Lo que sucede es que las formas tecnológicas varían de acuerdo a la escala y los medios con los que cuentan los agricultores. La agroecología ha ganado mucha aceptación entre los pequeños agricultores y campesinos pues la diversificación de cultivos, la integración animal, el reciclaje de biomasa y nutriente, está muy en la lógica con la pequeña agricultura. Sin embargo, existen sistemas de larga escala que se manejan agroecológicamente. En viñedos y frutales de California se usan cultivos de cobertura bajo los árboles, los cuales conservan el suelo y el agua, aumentan el contenido de materia orgánica y albergan insectos benéficos que controlan plagas sin necesidad de usar fertilizantes o pesticidas químicos. Hay mucha agricultura a gran escala que se maneja orgánicamente, pero a veces este manejo mantiene el monocultivo y sólo sustituye los insumos. De manera que los agricultores aún son dependientes de insumos externos. La agroecología propone avanzar en la conversión orgánica más allá de la sustitución de insumos quebrando el monocultivo, de manera que la biodiversidad que existe en los sistemas agroecológicos sea la que se encargue de subsidiar la fertilidad del suelo, el control biológico y la producción.
Yendo al tema de la biotecnología ¿Cuáles cree usted que son los riesgos más significativos de la producción de semillas biotecnológicamente manipuladas, comúnmente llamados: transgénicos?
M.A.: Los cultivos transgénicos, que alcanzan hoy en el mundo más de 58 millones de hectáreas, condenan a los agricultores al monocultivo, a la homogeneidad genética y, por lo tanto, a la vulnerabilidad ecológica de sus sistemas. Además estos cultivos producen impactos ambientales de consecuencias graves, tales como la contaminación genética de variedades locales, la creación de supermalezas al traspasarse el gen resistente al glifosato a malezas emparentadas al cultivo. Otro problema común es la aparición de plagas de lepidópteros resistentes al Bt; como así también los impactos sobre biota del suelo y eliminación de insectos benéficos. Poco se sabe sobre estos impactos pues no hay casi investigación sobre el tema. Primero porque no se financia, y segundo porque los pocos que hacen investigación sobre el tema son sometidos a una verdadera persecución académica por una gran masa de científicos financiados por las multinacionales.
Es decir que, según lo que usted nos propone, ¿la influencia del poder económico ha llegado a influenciar hasta la objetividad del trabajo académicos en este campo?
M.A.: Ya existen tres casos, uno en Gran Bretaña y dos en los Estados Unidos, donde investigadores universitarios que en forma independiente encontraron que los cultivos transgénicos exhiben impactos ambientales y que publicaron sus resultados en revistas científicas prestigiosas, fueron atacados y acallados por un ejército de científicos de las multinacionales o pagados por estas. En un caso, el científico fue despedido de su institución, en el segundo caso, casi no recibe su promoción, y en el tercero, obligaron a la revista a retractarse públicamente por haber publicado el artículo, lo que significó un gran desprestigio para el investigador.
Bajo este escenario desfavorable, son muy pocos los científicos jóvenes que estarían dispuestos a arriesgar su carrera. Este panorama represivo hace que las voces críticas se acallen. Lo trágico es que sólo sabemos lo que buscamos. Si no se motiva una investigación más amplia, en el futuro poco sabremos de los impactos de la biotecnología. Otro problema que incrementa esta realidad adversa, es que las universidades están siendo penetradas por capitales multinacionales. Esto sesga la investigación en favor de la biotecnología a expensas de otros campos del saber, como la agroecología, limitando las opciones de la sociedad para el futuro.
Entendiendo que Argentina es uno de los países con mayor implementación de biotecnología en el mundo, ¿Cuál cree usted que serán las consecuencias concretas de esta política?
M.A.: Argentina es el segundo productor de soya RR en el mundo. El impacto ya es conocido. El Dr. Walter Pengue, de la Universidad de Buenos Aires, ha reportado que aunque el área de soya RR se ha incrementado sustancialmente, esto ha sido a costa de la pérdida de 60 mil establecimientos agrícolas. Al facilitar el manejo de malezas, la soya RR es una perfecta estrategia de concentración de tierra ya que permite a unos pocos hacerse grandes a expensas de otros. No olvidemos que la soya RR es el punto de entrada de la labranza mínima la cual requiere de uso de glifosato producido por Monsanto, la gran corporación transnacional, y de sembradoras cuyo costo sólo se justifica después de un cierto tamaño de finca. Además, Pengue reporta que el avance de la soya RR se hizo a expensas de más de 400 mil hectáreas de cultivos alimenticios, socavando la seguridad alimentaria del país. Durante la reciente crisis, el país se vio obligado a importar alimentos ya que nacionalmente no había. Pero al no haber divisas, poco se pudo importar. Lo que salvó al país de la hambruna fue la aparición de la agricultura urbana, los millones de huertos espontáneos que dieron de comer a los argentinos. Esto fue algo muy superior a la soya solidaria transgénica que el gobierno pretendió dar a la población y que después prohibió para los niños.
Los que lo conocemos de cerca, sabemos que usted, junto a muchos otros intelectuales, predecía el colapso del neoliberalismo. Desde este contexto, ¿piensa usted que las políticas neoliberales, por ejemplo en el ámbito de la agricultura, han fracasado? ¿Qué consecuencias ve usted, por ejemplo, en la desaparición de los pequeños agricultores en los Estados Unidos?
M.A.: El modelo neoliberal ha fracasado frente a los campesinos, frente a los consumidores y frente al ambiente. Sólo sobrevive en el norte donde los gobiernos subsidian a sus agricultores. Pero hay que aclarar, que solamente subsidia a los grandes productores. En los Estados Unidos el 10% de los agricultores, los más grandes, capturan más del 60% de todos los subsidios; lo que explica porque más de 200 agricultores por día son expulsados de su actividad vital.
Es decir que, según su ejemplo, el neoliberalismo está fracasando inclusive en su propia cuna de origen…
M.A.: Absolutamente. Es por eso que, es hora de que nuestros gobiernos aprendan de estos problemas presentes en las grandes potencias y privilegien la agricultura campesina, de pequeña y media escala. Estos sistemas son más productivos, conservan más el ambiente y juegan un papel clave en la soberanía alimentaria. Para esto se deberá enfatizar en los mercados locales y nacionales.
Y en este contexto, ¿cómo ve el futuro de la agroecología? ¿Es un buen negocio la producción de productos orgánicos?
M.A.: La agroecología hoy en día se ha transformado en la estrategia clave de la producción campesina latinoamericana. Existen en el mundo más de 30 millones de hectáreas manejadas con sistemas agroecológicos y los resultados son espectaculares. Por ejemplo, en zonas marginales con suelos y climas malos, y donde más se concentra la pobreza rural, se ha logrado incrementar producción de cultivos alimenticios en más de 100%. Esta producción no necesariamente debe ser certificada como orgánica pues a veces los costos de la certificación son muy altos. En el sur de Brasil hay experiencias interesantes donde las alcaldías organizan ferias en las que los productos agroecológicos se certifican solidariamente entre los agricultores y los consumidores. Estos productos se venden en las ciudades a veces más baratos que los productos convencionales. En otras ciudades los gobiernos están desarrollando los mercados institucionales donde por ejemplo los agricultores pequeños de la zona se organizan para abastecer a todas las escuelas, hospitales y cárceles, con alimentos sanos y locales. Así se construye una economía y una soberanía alimentaría local.
Pero también se están creando negocios muy redituables a gran escala, ¿no es así? Por ejemplo, la importación de productos orgánicos del sur a los Estados Unidos, y vendidos en supermercados norteamericanos que se especializan en la venta de productos saludables y orgánicos ¿Qué opina, profesor, de este fenómeno? ¿Hay posibilidades positivas y redituables en este espacio de consumo en el primer mundo?
M.A.: La agricultura orgánica ha sido cooptada por grandes intereses económicos. Por ejemplo en California, dos grandes empresas agrícolas controlan el 50% de todo el ingreso proveniente de la industria orgánica desplazando a pequeños agricultores orgánicos. En muchos lugares la agricultura orgánica comercial está repitiendo los mismos impactos negativos de la agricultura comercial. En América Latina más del 90% de la agricultura orgánica (café, bananos, vinos, frutas, etc.) son para la exportación y no contribuyen para nada con la seguridad alimentaria de nuestros pueblos. Existe la necesidad de rescatar la agricultura orgánica de este modelo industrial de producción que en muchos lugares replica el impacto de la agricultura industrial, privilegiando la producción local para el consumo local.
¿Cómo cree usted que podría ayudar la Argentina en una revolución agroecológica en Latinoamérica? ¿Cuáles serían los beneficios concretos a corto y largo plazo?
M.A.: La Argentina debe aprender de su fracaso neoliberal y entender que tiene la posibilidad histórica de cambiar de rumbo en su agricultura. Es importante que el nuevo gobierno abra una discusión publica sobre la visión que el país tiene sobre su agricultura. ¿Quieren seguir con una agricultura industrializada, controlada por multinacionales? ¿Quieren seguir con una agricultura que se basa en monocultivos, transgénicos y herbicidas? ¿Quieren seguir con una agricultura que es dependiente y orientada a la agroexportación? ¿O el pueblo quiere una agricultura más familiar, biodiversa, que produce para los mercados locales alimentos sanos y baratos? ¿No sería mejor una agricultura de pequeña y mediana escala, soberanamente independiente de multinacionales y de insumos químicos/transgénicos caros y ambientalmente peligrosos? La eliminación de los transgénicos le asegurará mercados especiales en Europa y evitará el colapso ambiental que se asociará a esta agricultura homogenizante y a gran escala. Pengue, por ejemplo, reporta que los suelos bajo soya RR han sido totalmente vaciados de nutrientes pues la rotación trigo-soya RR es muy extractora de nutrientes. Esto ha producido una deuda ecológica inmensa que las generaciones futuras deberán pagar. Yo creo que Argentina puede liderar un movimiento clave en América Latina si se concretan algunos cambios fundamentales. Primero, se tienen que crear políticas correctas que apoyen una educación agroecológica en las universidades y una investigación agroecológica en el INTA. Segundo, hay que crear alianzas entre pequeños y medianos agricultores con el gobierno y las organizaciones no-gubernamentales (ONGs). Finalmente, se tienen que crear mercados solidarios-institucionales locales. Argentina debe mirar más a sus vecinos de Brasil y aprender lo que sucede allá y crear alianzas estratégicas con el gigante carioca, ya que allá la voluntad política está favoreciendo a la agroecología como política publica, clave para el desarrollo de una agricultura familiar socialmente justa y ambientalmente sustentable.
*Publicado en Agroecology en Action
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