miércoles, 29 de septiembre de 2010

Perdemos el suelo y no le damos importancia

Por Cristian Frers*

El suelo es un recurso natural que corresponde a la capa superior de la corteza terrestre. Contiene agua y elementos nutritivos que los seres vivos utilizan. El suelo es vital, ya que el ser humano depende de él para la producción de alimentos, la crianza de animales, la plantación de árboles, la obtención de agua y de algunos recursos minerales, entre otras cosas. En él se apoyan y nutren las plantas en su crecimiento y condiciona, por lo tanto, todo el desarrollo del ecosistema.
Estamos acostumbrados a pensar al suelo, que habitualmente denominamos tierra, como algo muerto, donde podemos instalar, acumular o tirar cualquier elemento sólido o líquido que ya no nos es de provecho o que sabemos que es tóxico.

El suelo es un recurso natural que corresponde a la capa superior de la corteza terrestre. Contiene agua y elementos nutritivos que los seres vivos utilizan. El suelo es vital, ya que el ser humano depende de él para la producción de alimentos, la crianza de animales, la plantación de árboles, la obtención de agua y de algunos recursos minerales, entre otras cosas. En él se apoyan y nutren las plantas en su crecimiento y condiciona, por lo tanto, todo el desarrollo del ecosistema.

La degradación del suelo consiste en el deterioro de su calidad y, consecuentemente, de su aptitud productiva. Ese deterioro le impide cumplir plenamente las funciones citadas para con las plantas. Por lo general se inicia con la desaparición de la vegetación natural que los cubre y con la roturación excesiva. Ambas prácticas exponen al suelo a la radiación solar directa, lo oxigenan excesivamente y facilitan la muerte de muchos de sus pequeños habitantes. Todo conduce a acelerar la biodegradación del humus, con lo cual desaparecen los agregados, y con ellos la trama porosa que éstos habían generado. El agua y el aire ya no circulan con facilidad, la superficie del suelo se apelmaza y hasta puede tornarse impermeable, con lo cual el agua de las lluvias, en lugar de almacenarse en su interior, se pierde por escurrimiento superficial y se hacen frecuentes los encharcamientos y anegamientos cada vez que llueve. Los rendimientos de los cultivos declinan y la explotación se hace cada vez menos rentable.

Podemos decir que un suelo está contaminado, cuando las características físicas, químicas o biológicas originales han sido alteradas de manera negativa, debido a la presencia de componentes de carácter peligroso o dañino para el ecosistema. Actualmente, la contaminación de los suelos se encuentra cada vez más en el punto de mira de la gestión medioambiental, debido principalmente al riesgo que un suelo contaminado puede suponer para la salud humana y para el correcto funcionamiento de los ecosistemas. Pero a pesar de los problemas que puede ocasionar esta contaminación, el hombre sigue abusando del suelo; utilizándolo de manera continua e indiscriminada en muchas ocasiones, dando lugar a que las propiedades naturales del suelo se vean negativamente afectadas.

En la mayoría de las ocasiones, la contaminación es producida de una manera artificial por la actividad humana, pero también puede ser ocasionada de una forma natural, aunque esta no sea la más común.

La contaminación del suelo es el resultado de la deposición final sin tratamientos previos de una cantidad increíble de sustancias contaminantes, además de los químicos utilizados en otras tareas que también terminan en el sustrato de la tierra. Tomemos como ejemplo el caso de los plaguicidas, cada vez más utilizados para el control de plagas de una industria competitiva y creciente como la agrícola, los productores echan mano de productos químicos cada vez más peligrosos para la tarea, dentro de las ramas existentes: insecticidas, herbicidas y funguicidas. Representan el primer agente contaminante del suelo, no sólo por afectarlo directamente, sino que además extermina tanto a la plaga como a otras especies, generando un desequilibrio ambiental, y contaminando además la producción alimenticia.

El recurso suelo de Argentina ha sido la base principal del desarrollo económico del país. Largos períodos con grandes cosechas hicieron que al país se lo llamara “El granero del mundo”. Desde otras latitudes, el nombre de Argentina se asociaba con amplias planicies de inagotables suelos profundos, oscuros, capaces de producir altos rendimientos de granos y carne de excelente calidad. Estos conceptos son relativamente válidos para la Pampa Húmeda que ocupa algo menos de un tercio del territorio, donde las planicies son dominantes, formadas por sedimentos modernos no consolidados, con pastizales naturales y clima templado. Sin embargo, los dos tercios restantes son altamente contrastantes, la mayor parte dominada por clima árido. Debe aplicarse riego para la producción de cultivos, la que sólo se practica en la proximidad de los ríos principales o en pequeños oasis.

El reconocimiento de procesos de deterioro de los suelos en la Argentina se vincula primordialmente a las consecuencias de las actividades productivas primarias y a condiciones naturales pre disponentes. Así, fenómenos como la erosión, la salinización, la pérdida de fertilidad química, la desertificación, y otros, han concentrado notables esfuerzos en investigación y gozan además de un amplio conocimiento público. El deterioro ocasionado por el uso del suelo como cuerpo receptor de agente contaminantes, no ha tenido, en cambio, un equivalente desarrollo investigativo ni normativo.

Estos factores inciden cada vez más y, hacen sentir la necesidad de un planeamiento adecuado para la toma de decisiones. Para lograrlo, tanto las autoridades como el sector directamente involucrado con la producción deben contar con todos los datos esenciales sobre las características, propiedades, limitaciones y posibilidades de estos recursos. En función de estos factores que determinan los problemas del suelo, pueden establecerse como área importante que debe ser estudiada a través de programas integrados, entre los cuales hay que establecer:

-Monitorear los efectos a largo plazo de las prácticas agropecuarias y forestales, en la calidad del suelo.
-Evaluar el impacto económico de prácticas de manejo alternativas diseñadas para mejorar la calidad del suelo.
-Examinar el avance de la degradación, la erosión y la acidificación de los terrenos.
-Examinar la efectividad de las políticas diseñadas para dirigirse al tema de calidad del suelo agrícola.
-Mejorar el análisis de las políticas de calidad de suelo incluyendo no sólo valores ambientales sino también factores sociales y económicos.

La información disponible de investigación sobre los tipos, causas, grado y severidad de la degradación de tierras es todavía insuficiente en la mayoría de los países de América Latina. Esta falta de información dificulta enormemente la identificación y la puesta en práctica de estrategias efectivas de conservación y rehabilitación de tierras. Para superar los problemas mencionados, se deben considerar soluciones que impliquen una acción inmediata y, también, métodos de prevención para impedir mayor deterioro futuro. Parte del deterioro causado lo puede solucionar la naturaleza misma con sus ciclos naturales. Por ello la acción del ser humano debiera contribuir a crear las condiciones necesarias para que la naturaleza emprenda su obra de restauración. Sin embargo, recuperar el suelo una vez que éste ha sido destruido es un proceso lento si se lo deja sólo a su ritmo natural, y muy costoso si se trata de acelerarlo. Por lo tanto, lo más razonable es evitar que se destruya el suelo.

*Técnico Superior en Gestión Ambiental y Técnico Superior en Comunicación Social
  Publicado en
www.ecoportal.net

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